momo reflexiones…
Cada vez que abro la puerta de entrada a momo me embriaga la misma sensación. Entro a oscuras y sin prisa para disfrutar de cada instante mágico del despertar de diversas emociones. El primer sentido que se pone alerta es el olfato, el aroma que desprende la mezcla de madera, cacharros viejos, aceite de linaza, libros antiguos y flores secas.
Aquí comienza la primera parte del viaje, ese… ¿A qué me recuerda esto? Los recuerdos comienzan a aflorar en mi mente, la mezcla de historias vividas con las soñadas, con imágenes de películas de cine, con el placer de verme en una ventana del tiempo observando qué es lo que hacían las personas que habitaban este lugar décadas atrás.
Todo esto se acentúa al iluminar la estancia, unos vertiginosos focos dan vida a esa fusión de objetos, máquinas, instrumentos curiosos, revistas y libros, juguetes, discos, botellas, y un sinfín de variedades que construyen diversas vidas o mundos que conviven en perfecta armonía. Fueron olvidados, o cambiados por otros más modernos y más tecnológicos para facilitar la vida de quién los necesitara, algunos casi destruidos por el uso o el abandono, otros prácticamente intactos y bien conservados…pero todos transmiten lo mismo; vida… La vida de todas las manos por las que pasaron. De sus suertes y desgracias, de momentos felices y quizás también de tristezas y pérdidas. De abandonos…Como los numerosos pueblos que nos rodean en este entresijo de fronteras que nos unen y mezclan a esta zona de la sierra riojana con Soria.
En momo hay enseres procedentes de estos lugares. Tierras duras, de condiciones climatológicas de muchos contrastes, donde se fusionan zonas muy llecas con las muy fértiles, y mucho monte del que aprender y con el que crecer. Personas que supieron rentabilizar los frutos que nos da la tierra con mucho esfuerzo y trabajo de sol a sol. Gentes que, por voluntad propia o forzada por las necesidades y deseos de una vida mejor, dejaron sus lugares de origen marchándose sólo con lo puesto. Aquellos años de crecimiento acelerado de las periferias de las ciudades en detrimento de los pequeños pueblos con accesos prácticamente imposibles para un desarrollo económico rentable. Otros han sido forzados a su desaparición y sus gentes o descendientes expropiados de sus tierras para mayor fortuna de un progreso venerado por algunos y muy cuestionado por muchos. Es el caso del vecino pueblo de Las Ruedas de Enciso. Condenado ya a su desaparición total, demolido y arrasado en un futuro cercano para ser sumergidos los restos y su maravilloso entorno bajo las aguas de un pantano actualmente en construcción. Triste recorrido y destino para un río tan maravilloso y rebelde como el Cidacos. Los vecinos de Enciso habitaremos bajo la mirada de una gran pared de hormigón, mientras los espíritus libres de las Ruedas lucharán por no morir del todo ahogados por su infortunio.
Por el contrario, allí donde el progreso y las grandes empresas “de-constructoras” no han puesto interés, resurge la vida y la actividad en otros pueblos que llegaron a ser abandonados por completo. Proyectos de desarrollo y equilibrio entre las necesidades humanas y la naturaleza. Respeto, ante todo, por un entorno que si no cuidamos acabará por desaparecer.
Visitando cualquiera de estos pueblos puede una imaginar cómo era el día a día y respirar la calma entre sus eras, prados y árboles. Maravillarse con las faldas de las montañas trabajadas en huertas inteligentemente construidas en forma de terrazas, ya abandonadas, y en donde la naturaleza se ha cobrado su parte. Y, cuando la tristeza empieza a apoderarse de ti al contemplar sus casas prácticamente derruidas, en ese silencio de ensimismamiento, atinas a escuchar la algarabía de niñas y niños saliendo de la escuela o las fiestas populares; celebraciones de siembra y recogida, trayectos de ida y vuelta a los pueblos colindantes o cabezas de comarca los días de mercado.
Visitando momo puedes también imaginar pedacitos de esas vidas, rurales, y también urbanas más recientes. Trébedes y ollas calentándose en el fuego, trillos o palas de ventar, enseres para recoger cereal, para esquilar ovejas, utensilios para el hogar… Combinados en el espacio con otros objetos que representan explosiones de modernidad recatada, ejemplos del despertar de la tecnología, de cultura de las últimas décadas, de juegos de infancia…
Para viajar en el tiempo hay que disponer de él, atravesar el umbral del gran portón de madera, relajarse, darle al botón mental de parar las prisas y disfrutar. Dejarse llevar por la mezcla de aromas e imágenes del pequeño museo que hemos creado con mucho cariño y respeto. Observar con mimo este escaparate que nos muestra unos años que nos contaron o que vivimos en la niñez y que por este mundo de rapidez tecnológica y de obsolescencia programada al que hemos llegado no volverán. Un mundo del que quizás las futuras generaciones no conozcan su existencia salvo por portales virtuales en la red.
¿Quieres ser pasajero de este viaje y sentir la magia de momo?